La discusión en torno a la posibilidad de legislar sobre las parejas de hecho da pié para recordar algunos puntos importantes. Pareciera necesario diseñar un marco jurídico que salvaguarde algunos derechos de personas que, habiendo vivido juntos por años, han adquirido bienes que sienten como patrimonio común. La ley ya ofrece infinidad de figuras jurídicas que pueden defender los derechos de personas que se encuentran en situaciones irregulares, por lo que es cosa de ser creativos y abordar el asunto sin más. En efecto, hay situaciones complejas, de personas que no han logrado formar una familia estable y no lo podrán hacer nunca. Pero han constituido una comunidad de bienes, comprando una casa, ahorrado, etc. No es necesario debilitar el matrimonio como tal, para ir en ayuda de otras formas de vida. Por lo mismo, sería una aberración buscar una suerte de homologación o equiparar realidades que simplemente no son iguales. Dada la discusión, sería bueno aprovechar de dar mayores seguridades a las familias bien constituidas, nuestro gran tesoro. Se habla bastante de la familia y su importancia, pero nos mostramos bastante mezquinos con ella. Algo se ha avanzado en apoyar el matrimonio como lo conocemos. Pero así y todo, casarse en Chile no es fácil y sigue siendo «poco atractivo». Si realmente creemos en él, se buscarán caminos legales para hacerlo más atractivo. Si la gente no se casa, como es la realidad, es en buena parte porque no existen los incentivos correctos. Por lo mismo, felicito en ese sentido las leyes a favor de un mayor fuero maternal, creación de salas cunas y otros beneficios que apuntan directamente a la mayor estabilidad familiar. No sacamos nada con llenarnos la boca defendiendo a la familia y atacando a otras formas de convivencia, si no se hace nada a favor de las familias bien constituidas. El matrimonio es uno sólo, la unión entre un hombre y una mujer. Para quienes no tienen el don de la fe, éste será una unión civil. Pero llamar matrimonio a otras uniones que no sean la de un hombre y una mujer, es desvirtuar un concepto fundamental de la existencia humana. Pero hay otro tema de igual importancia, ya que toca a la dignidad de las personas y la buena convivencia. Se trata del tema laboral. Cuesta entender que aún no se encuentren caminos de arreglo para una mejor convivencia, más armoniosa, pacífica y distendida como es en el campo laboral, donde pasamos buena parte de nuestra existencia. No puede ser que el factor «trabajo» sea una especie de campo de batalla, un gallito cansador, donde el desgaste es sólo pérdida para los involucrados. Lo primero es fomentar más y mejor trabajo. El esfuerzo y apoyo a la creatividad y el amparo de las iniciativas para fomentar el trabajo son claves para el desarrollo y la buena convivencia. De paso se acaban lacras sociales como la delincuencia, la vagancia y el ocio juvenil, fuente de males peores. Es cosa de querer hacerlo no más.