28 de marzo de 2025
Evangelio según Marcos 12, 28-34
Viernes de la tercera semana del tiempo de cuaresma
Un escriba que oyó discutir a Jesús con los saduceos, al ver que les había respondido bien, se acercó y le preguntó: “¿Cuál es el primero de los mandamientos?” Jesús respondió: “El primero es: “Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y todas tus fuerzas”. El segundo es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay otro mandamiento más grande que estos”. El escriba le dijo: “Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que Él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios”. Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: “Tú no estás lejos del Reino de Dios”. Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Meditación de Alejandra Castelblanco Moreira
“Jesús respondió”
Jesús parece decirme: yo también tuve muchas interrogantes cuando me retiré al desierto. Para Mí fueron fundamentales esos cuarenta días. Conversar con mi Padre, comprender lo que iba a vivir, con el corazón y la mente. La invitación de hoy es a revisar qué preguntas quieren hacerme. Qué les preocupa, qué sienten respecto de algún tema, cómo hacer una determinada tarea o misión…en fin tantas dudas e interrogantes. Estén tranquilos, yo siempre respondo. Pero es necesario retirarse, estar en silencio, para que conversemos y puedas escucharme con claridad. Te estoy esperando.
Día a día surgen preguntas, algunas fáciles de responder, otras más difíciles. Sin duda que resulta hacer retiro y ponerse en sintonía, sin embargo, la cotidianidad, la contingencia, la velocidad de los hechos, nos empujan a seguir sin parar. Creo que la invitación a preguntar me obliga a formular una buena pregunta y esperar su respuesta, me motiva aún más. Intentaré retirarme una vez al día, cinco minutos y ver si logro escuchar una respuesta.
Querido Señor: gracias por esta sencilla y a la vez profunda invitación. Quieres que te interrogue, que saque a flote las preguntas que mueven mi caminar. Gracias por tu paciencia, por tu espera incondicional a mis interrogantes. No me dejes conformar con las respuestas que yo doy, haz que me atreva a preguntarte y escuchar con humildad tus respuestas. María preguntó al Ángel con confianza, que yo siga su ejemplo y espere confiada tu respuesta. AMÉN