Evangelio según Lucas 13, 22-30
Trigésimo miércoles del tiempo ordinario
Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén. Una persona le preguntó: “Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?” Él respondió: “Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán. En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: «Señor, ábrenos». Y Él les responderá: «No sé de dónde son ustedes». Entonces comenzarán a decir: «Hemos comido y bebido contigo, y Tú enseñaste en nuestras plazas». Pero Él les dirá: «No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal! Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera. Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios. Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos”.
Meditación de Francisco Bravo Collado
“…que son los últimos y serán los primeros”
Ustedes, que siempre están tratando de ganarle a los demás, deberían preocuparse por ganar donde realmente vale la pena: con mi Padre, que me ama. No me molesta que quieran ser mejores, lo que me choca es que no vean hasta qué punto la mejor forma de ser mejores es sirviendo a sus hermanos, en el fiel y fidelísimo cumplimiento del deber, en la ofrenda generosa de capital de gracias.
Siempre que me encuentro con esta formulación, de los últimos que serán los primeros, me reconozco mis propias ambiciones. Yo, como los hijos del Zebedeo, quiero ser de los primeros. Me gustaría ser de los mejores, de los que destacan. Y me doy cuenta que muchas veces trato de hacer cosas solamente por hacerlo mejor que los demás. Aquí, en este texto, Jesús nos muestra cómo ser de los primeros: ser de los últimos para servir a los demás, entrar por la puerta estrecha, ofrecer el manto…
Jesús, Tú me llamas a ser mejor, pero no ganándole a los demás, sino que sirviéndolos. Quiero ofrecerte mi trabajo de esta semana: practicar el fiel y fidelísimo cumplimiento del deber, cultivar mi vida interior y contribuir abundantemente al capital de gracias. Aunque sé que tengo muchas cosas que hacer, me comprometo a no quejarme y a mantener una actitud positiva hacia los que me pidan ayuda. Mi puerta estrecha es mi vida de alianza vivida con sencillez y espíritu de servicio. Gracias por invitarme a una santidad doméstica y prosaica. Cuenta conmigo para las tareas más grandes, y también las más chicas. AMÉN