Evangelio según San Lucas 10, 17-24
Sábado vigesimosexto del tiempo ordinario
Al volver los setenta y dos de su misión, dijeron a Jesús llenos de gozo: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre”. Él les dijo: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos. No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo”. En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, habiendo mantenido ocultas estas cosas a los sabios y prudentes, las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”. Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: “¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! ¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!”.
Meditación de Gonzalo Manzano González
“Les he dado poder para caminar sobre serpientes”
Jesús parece decirme: Esto no se trata de poder, de esa milagrosa fuerza que puede hacerlos hacer cosas increíbles. Esto se trata de que Yo no los dejo solos en ningún momento. Cada paso que dan es un paso acompañado. En otro lado les dije que estaría con ustedes todos los días hasta el fin del mundo. Esto no puede ser más literal. El amor del Padre por ustedes es tal que me envió a Mí a rescatarlos, para que pudieran compartir la Eternidad con nosotros. Yo también los amo; como el Padre, y por eso di mi vida sin exigir nada a cambio.
Cuando pienso que estoy solo con mi familia, luchando contra la adversidad, contra las dificultades de la vida, es usual que me vea así, caminando sobre serpientes. Tal como Pedro caminando sobre el agua, doy un par de pasos y comienzo a hundirme porque no soy fiel, porque tengo miedo de mi entorno y no confío en Él. Luego, viene esta lectura, junto con aquellas que reafirman el compromiso libre que ha hecho Dios por no dejarme caer, y que por mucho que cueste la vida acá, más allá de ella tenemos la bendición de ir de su mano poderosa.
Señor Jesús, hoy te quiero pedir fe. Solo en el camino no soy capaz siquiera de mantenerme en pie, mucho menos de dar un paso. Estás a mi lado, al lado de todos nosotros con tu mano extendida para que nosotros la tomemos y nos levantemos para caminar juntos. Para mí, la fe en Ti es como lograr despegar los ojos del piso que me oprime y levantar la vista para verte ahí, justo a mi lado, para ayudarme a caminar. Que no me quede, Señor, pegado en mi propia autocompasión, lamiéndome las heridas, cuando te tengo a Ti para curarlas y sanarme, para caminar juntos en este sendero peligroso. Te amo, Señor, ¡que yo no te abandone! AMÉN