Evangelio según San Mateo 19, 13-15
Decimonoveno sábado del tiempo ordinario
Le trajeron entonces a unos niños para que les impusiera las manos y orara sobre ellos. Los discípulos los reprendieron, pero Jesús les dijo: «Dejen a los niños, y no les impidan que vengan a mí, porque el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos». Y después de haberles impuesto las manos, se fue de allí.
Meditación de Gonzalo Manzano González
“El Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos”
Jesús parece decirme: El Cielo, donde quiero que vivas conmigo por toda la Eternidad, será tuyo en propiedad, porque serás parte de Mí, en el sentido de compartir todo conmigo, como una gran familia. Vivirás en mi Gloria, donde la felicidad nunca cesa y el dolor no existe. Es como todo lo que un niño quisiera por hogar. La Vida Eterna es para los que son como niños porque ante los ojos de mi Padre, ustedes son niños pequeños, inocentes, ingenuos, que no conocen todo, pero que por sobre todo confían ciegamente en sus padres y se reconocen indefensos si ellos no están a su lado. Vive tu vida siempre con un corazón de niño.
Mi infancia espiritual es algo que he querido mantener a lo largo de mi vida. Muchas veces me ha costado congeniarla con la madurez que este mundo me exige a cada momento. No puedo ir por la vida de manera despreocupada como un niño, pero sí debiese vivirla siempre de la mano de Cristo. Él es quien me ayuda a dar mis primeros pasos, quien me ayuda a cruzar cuando tengo miedo, quien me sonríe y me consuela cuando algo me duele o me hace sufrir. No me deja nunca, me recoge cuando caigo y me corrige si me equivoco. No quiero faltarle el respeto, aunque a veces me pongo altanero. Quiero ser un mejor hijo suyo.
Señor Jesús, hoy te pido discernimiento para poder encontrar al Padre en las cosas cotidianas, pero sobre todo para, al encontrarlo, saber qué es lo que Tú harías en mi lugar. No me gusta la idea de ir por ahí perdiéndome la oportunidad de estirar mi brazo y agarrarme del tuyo, que siempre está ahí tendido para que yo me apoye. La vida me enceguece mucho, y las responsabilidades muchas veces me abruman, pero tengo fe en que no me dejas solo y que de mi depende alcanzarte. Mi salvación me la ofreces Tú porque yo soy incapaz de lograrlo, pero sí quiero abrirme a tu gracia, a tener esa disposición que es la de un hijo con su papá. AMÉN