San Domingo de Guzmán, presbítero

Evangelio según San Mateo 5, 13-19

Jueves de la decimoctava semana del tiempo ordinario

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?  No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos».  «No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.

 

Meditación de Sebastián Castaño Fueyo

 

“Vosotros sois la sal de la tierra”… “Vosotros sois la luz del mundo”

 

Jesús parece decirnos: La misión de una comunidad cristiana es ser sal y luz para otros. Con humildad, pero sin complejos, deben salir a compartir la “sal” con sus hermanos y ser testimonio de “luz” con sus buenas obras. La sal y la luz no existen para sí mismos, sino que son para ser compartidas. Yo soy su verdadera fuente de alimento y de luz que calma su hambre, los guía y les muestra el camino durante su vida… Conviértanse ustedes en “sal y luz” para el mundo.

 

Este Evangelio nuevamente me interpela a descubrir el verdadero sentido de la vida, a descubrir la vocación que debo concretizar día a día en lo cotidiano, para ser “sal y luz”.  Es un llamado a no dejarme estar, para que la sal no se ponga sosa, y a no tener complejos y esconder la luz que Dios nos regala. La sal y la luz no se guardan, sino que se comparten y están al servicio de las personas. Debo estar atento a salir, no quedarme encerrado, para compartir amor y servicio donde esté.

 

Querido Señor Jesús, ayúdame a descubrir mi vocación y a saber responder con fidelidad ante la misión que Tú quieres para mí.  Concédeme la gracia de buscar siempre tu presencia en mi vida, y que lo cotidiano sea motivo de acercarme y no de alejarme de Ti. Te agradezco Señor por la vida, por mi familia, amigos, y tantas personas de quienes recibo sal y luz, y a quienes también puedo entregarles la sal y la luz que de Ti recibo. AMÉN