06. Un carisma patrocéntrico

P. Rafael Fernández

El P. Kentenich destaca en forma singular la persona de Dios Padre, de quien todo procede y a quien todo se orienta. Cristo Jesús es radicalmente patrocéntrico. Con ello se quiere decir que su ser, su vida y su misión giran en torno a Dios Padre. Cristo es antes que nada el Hijo Unigénito del Padre, que nos revela su nombre y que es el camino que nos lleva a su corazón.

Por eso el fundador de Schoenstatt formula el hilo conductor del ser y de la vida del cristiano del siguiente modo: “en Cristo Jesús, con María, por la fuerza del Espíritu Santo, hacia el Padre”.

Dios Padre ha trazado un plan de amor, según el cual Él conduce la historia universal, la historia de la Iglesia y nuestra historia personal. Dios Padre es un Dios poderoso, sabio y misericordioso, que respeta nuestra libertad y que nos guía con amor, por amor y en el amor para que alcancemos una profunda unión de amor con Él. Esta es la imagen de Dios que tiene el padre fundador y que vive en la Familia de Schoenstatt.

La respuesta a la paternidad de Dios es una profunda actitud filial en Cristo Jesús: somos hijos en el Hijo. Por eso, creemos en el amor del Padre, nos confiamos plenamente a Él y lo amamos con un cálido amor filial. El “providencialismo”, es decir, la búsqueda de la voluntad y los deseos del Padre en todas las circunstancias de la vida, guiados por la fe práctica en su Divina Providencia, pertenece a la esencia más íntima de Schoenstatt.

En esta dirección, el P. Kentenich destaca la necesidad de cultivar la “meditación de la vida” y el discernimiento providencialista de los acontecimientos, de acuerdo a la ley de la puerta abierta y la resultante creadora. Vivimos en medio del mundo, buscamos la voluntad de Dios en medio del mundo y respondemos al Dios de la Vida cumpliendo su voluntad en medio del mundo.

Este providencialismo es el carisma “radical” que dio origen a Schoenstatt y que explica todo su desarrollo. Constituye una acentuación y forma original de vivir la fe. Es una cosmovisión que pone en el centro el plan de amor del Dios de la Vida, que está presente en la historia y que conduce el mundo a través de causas segundas libres.

En este contexto el P. Kentenich destaca pedagógicamente el “principio paterno” en el orden natural (la función del padre en la familia), y en la organización y la vida de Schoenstatt, de la Iglesia y de la sociedad.

El varón, como Cristo, que está llamado a ser imagen y camino hacia el Padre, a ser un “transparente” de Dios Padre, de tal modo que, analógicamente, él pueda decir como Cristo “quien me ve a mí ve al Padre”. Para el fundador de Schoenstatt esto reviste una importancia capital en la vida de la Iglesia y la evangelización de la cultura. Sin la renovación del ser, sentir y actuar del varón, nunca se llegará a conformar una auténtica fraternidad ni se abrirá el camino pedagógico a la conquista de la filialidad, es decir, al cumplimiento de la exigencia básica para entrar en el reino de los cielos: “ser como los niños”. Todo ello implica impulsar y profundizar una nueva concepción y ejercicio de la autoridad.