01. La importancia de los fundadores

No debe extrañarnos que la Familia de Schoenstatt acentúe su vinculación al Fundador. Es un hecho que todas las comunidades ven en su fundador un instrumento predilecto del Señor y reconocen en él la voluntad de Dios para con ellas. Piénsese, por ejemplo, en San Benito y los benedictinos; en San Francisco y los franciscanos; en San Ignacio y la Compañía de Jesús; en Santa Teresa de Avila y las carmelitas; y, en nuestro tiempo, en Santiago Alberione y la Familia paulina; en José María Escrivá y el Opus Dei etc. (agregar el Neo-catecumenal, San Egidio, Comunión y liberación) Los últimos Papas han acentuado la necesidad de que las comunidades religiosas profundicen y vivan lo más intensamente posible el carisma de su fundador y se distingan por un fiel seguimiento a su persona y sus enseñanzas. Así se asegura la vitalidad del Cuerpo de Cristo, que muestra su riqueza y unidad en la diversidad de los carismas que reparte el Espíritu Santo.

Junto a estas razones, válidas para cualquier comunidad en la Iglesia, hay que agregar que la profunda vinculación afectiva de la Familia de Schoenstatt a su fundador, está también íntimamente ligada a la originalidad misma del carisma de Schoenstatt. En medio de un mundo en el cual experimentamos cada día en forma más intensa la destrucción y disgregación de todos los lazos de amor o vínculos interpersonales, tanto en el campo familiar como laboral, Schoenstatt quiere cultivar en profundidad todos los vínculos queridos por Dios. Y dentro de éstos la relación filial con el fundador ocupa un lugar central.