Evangelio según San Juan 20, 24-29

Miércoles de la semana decimotercera del tiempo ordinario

 

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».

 

Meditación de Osvaldo Iturriaga Berríos

 

“Y no seas incrédulo, sino creyente”

 

Siento como si el Señor me dijera “la vida de fe siempre tendrá sus altibajos. Tendrás momentos en que sentirás la cercanía del Padre en forma muy potente, y otros en los cuales lo sentirás lejos, casi ausente. Por eso, nunca dejes de observar y estar atento a su presencia: alégrate y guarda en tu corazón los momentos de gracia especial, ya que ellos te podrán sostener en los períodos en que la voz del Padre se vuelva difusa. Sobre todo, recuerda que la presencia de Dios es como la brisa suave, siempre presente pero que puede ser imperceptible si es que no estás atento a ella”.

 

Tal como Santo Tomás, he tenido diversos momentos en mi vida en los que he experimentado en forma muy patente la cercanía de Dios. Ya sea sosteniéndome en el dolor, o dándome capacidades de amor o entrega que van mucho más allá de mis fuerzas. Pero a medida que esas experiencias se alejan en el recuerdo y me empiezo a perder en las preocupaciones de la vida diaria, yo mismo empiezo a dudar si fueron así de reales, si de verdad sentí tan cerca al Señor. Hoy Él me recuerda que sí, y que cada cierto tiempo me regala momentos de lucidez o experiencias fuertes que corroboran que Él va siempre a mi lado.

 

Señor, gracias por llamarme a permanecer cerca de Ti pese a mi falta de constancia, a mis dudas, a mi flojera, a mi porfía de buscar mi vida y mi alegría en cosas que por sí solas no me las darán. Ayúdame a decidirme por Ti, a realmente cambiar aquello que me impide acercarme a Ti y permanecer en tu presencia. Que esas experiencias que guardo en el corazón no sean solamente un recuerdo nostálgico de tiempos felices, sino un faro que me marque el camino hacia donde estás Tú y donde puedo ser realmente un instrumento tuyo. AMÉN.