Evangelio según San Mateo 5, 33-37
Sábado de la semana décima del tiempo ordinario
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus juramentos al Señor”. Pero yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo cabello. Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno”.
Meditación de Gonzalo Manzano González
“Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no.”
Jesús parece decirme: La palabra de una persona es preciada porque ella da cuenta de lo que tiene en el corazón. Si esa persona no respeta sus propios compromisos, va por la vida mintiendo, y de ello se va llenando el corazón. Con el tiempo, los límites se van moviendo, y cada mentira se va justificando con la anterior. La palabra empeñada, el honor y la honestidad son reflejo de la verdad que habita en el alma del ser humano. Cultiva tu honestidad, cumple tus compromisos, o mejor no te comprometas. Sé sincero con tus hermanos, porque Yo soy sincero contigo, y si Yo que soy tu Dios lo soy contigo, con mayor razón tú debes hacer lo mismo.
Que un “sí” sea Sí, que un “no” sea No. Creo que este principio, que en un primer vistazo pareciera elemental y simple, puede ser una carencia gigantesca en estos tiempos. Si no cumplirlo hasta tiene nombre, “las mentiras blancas”; como si alguna mentira pudiera escapar del Mandamiento. No me gusta relativizar las cosas, y mucho menos adaptarlas a mi propia conveniencia. Podría ser más cómodo hacerlo, pero a la larga terminaría traicionándome a mí mismo. Mi Ideal Personal se ha encargado de educarme en esto, y agradezco a Dios por no dejarme llevar tan fácil por el camino sencillo que me dispara luego en el pie. A veces caigo, pero no quiero fallarle a Él.
Señor Jesús, quiero ser honesto, trabajar mi empatía para saber decir la verdad aunque duela, pero de manera constructiva y preocupada. No quiero dejarme llevar por el miedo, ni optar por mentir en medio del pánico. Ayúdame, Señor, porque solo no puedo. Me preocupa mucho más deshonrarte luego de tu sacrificio por mí, sino que por el contrario, quiero que te sientas orgulloso de mí, porque a pesar de las oportunidades, no bajé los brazos ni me rendí ante el miedo. Quisiera que si se me recuerda, sea porque intenté ser de una sola línea, respondiendo por mis actos aunque sean erróneos. Soy responsable de ellos y quiero honrarte y glorificarte con mi honestidad. AMÉN.