Evangelio según Juan 7, 1-2. 10. 14. 25-30

Viernes de la cuarta semana de cuaresma

 

Jesús recorría la Galilea; no quería transitar por Judea porque los judíos intentaban matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las Chozas. Cuando sus hermanos subieron para la fiesta, también Él subió, pero en secreto, sin hacerse ver. Promediaba ya la celebración de la fiesta, cuando Jesús subió al Templo y comenzó a enseñar. Algunos de Jerusalén decían: “¿No es este Aquel a quien querían matar? ¡Y miren como habla abiertamente y nadie le dice nada! ¿Habrán reconocido las autoridades que es verdaderamente el Mesías? Pero nosotros sabemos de dónde es este; en cambio, cuando venga el Mesías, nadie sabrá de dónde es”. Entonces Jesús, que enseñaba en el Templo, exclamó: “¿Así que ustedes me conocen y saben de dónde soy? Sin embargo, Yo no vine por mi propia cuenta; pero el que me envió dice la verdad, y ustedes no lo conocen. Yo sí lo conozco, porque vengo de Él y es Él el que me envió”. Entonces quisieron detenerlo, pero nadie puso las manos sobre Él, porque todavía no había llegado su hora.

 

Meditación de Alejandra Castelblanco Moreira

 

“También él subió, pero en secreto”

 

Jesús parece decirnos: la invitación que hoy les hago es a la prudencia. No andar por la vida como sabiendo todo o creyendo que nada les va a pasar. Ahora bien, es importante establecer la diferencia entre prudencia y temor o miedo. El temor, paraliza no deja actuar, invade la conciencia y se nubla el pensamiento. La prudencia, en cambio, asume los riesgos y permite actuar, pero tomando precauciones.  Entonces, ténganlo presente, actúen con prudencia, no dejen que el temor los paralice.

 

Me encanta la virtud de la prudencia. Actuar con sabiduría. Saber cuándo callar y cuando hablar. Creo que, para aprender a actuar con prudencia, lo primero es dedicarse más a escuchar que a hablar. Me he fijado en las personas que admiro y generalmente hablan poco. El escuchar, supone humildad y disposición a comprender lo que se está escuchando. Cuesta callar, cuesta guardar las palabras que a veces brotan sin cuidado. Me gusta este propósito para lo que queda de la cuaresma: actuar con prudencia, favoreciendo el escuchar por sobre el hablar. Pondré atención en esto.

 

Querido Señor: cuando pienso en prudencia, el primer rostro que viene a mi cabeza es el de María. Ella supo prepararse para lo que le iba a tocar. Cultivó la oración desde muy chica y supo actuar con prudencia en la historia de redención junto a su hijo. Ella, llena del Espíritu Santo, no se equivocaba porque supo escuchar y entregarse a su misión. Haz que yo también invoque al Espíritu Santo y sepa actuar con prudencia en todas las situaciones de mi vida. AMÉN