Evangelio según Lucas 5, 33 – 39

Viernes de la semana vigesimosegunda del tiempo ordinario

 

Los escribas y los fariseos dijeron a Jesús: “Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y hacen oración, lo mismo que los discípulos de los fariseos; en cambio, los tuyos comen y beben”. Jesús les contestó: “¿Ustedes pretenden hacer ayunar a los amigos del esposo mientras él está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado; entonces tendrán que ayunar”. Les hizo además esta comparación: “Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo para remendar uno viejo, porque se romperá el nuevo, y el pedazo sacado a este no quedará bien en el vestido viejo. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres; entonces el vino se derramará y los odres ya no servirán más. El vino nuevo se pone en odres nuevos. Nadie, después de haber gustado el vino viejo, quiere vino nuevo, porque dice: el añejo es mejor”.

 

Meditación de Alejandra Castelblanco Moreira

 

“Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos”

 

Jesús parece decirme: la invitación que les hago hoy es a ser consecuentes. A reflejar lo que viven con actitudes coherentes. Si están pasando por momentos complejos, yo los animo a trabajar con esta vivencia y descubrir el mensaje que esconde, yo los acompaño siempre. Si están en momentos de paz, disfruten y compártanla, todos la necesitan. Cuando les toque vivir momentos de gozo, atesórenlos y reflejen el rostro de alegría que tanto bien hace al mundo.

 

Me encanta hacer presente a Jesús en las cosas pequeñas, en las alegrías cotidianas. Una buena conversa, un saludo cariñoso de alguien que me encuentro, un regalito inesperado…renuevo mi relación con Jesús, lo hago parte de mi vida. Al contrario, cuando no me resulta algo, cuando tengo una pena, miro al cielo y pido compañía, es como alivianar la carga, compartir con Jesús lo que me cuesta, ya es un alivio. Aunque el “esposo “no se vea tan claramente”.

 

Querido Señor: hoy me invitas a descubrir que en el día a día también quieres que celebremos la vida, que sigamos contagiando a los demás con tus enseñanzas y palabras que salvan. Gracias por regalarme la alegría, que tanto bien me hace. Gracias por mi familia que comparte esta gracia y me devuelve el ánimo cuando todo se ve nublado. Gracias por mis hijos que tanto me hacen reír, por mi familia, que tanto cariño y comprensión me entregan en los momentos difíciles. María, ejemplo de coherencia, sea mi faro, ella es la que conoce mejor al “esposo”. AMÉN