Evangelio según Juan 11, 45-57
Sábado de la quinta semana de cuaresma
Al ver que Jesús había resucitado a Lázaro, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en Él. Pero otros fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho. Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron un Consejo y dijeron: “¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchos signos. Si lo dejamos seguir así, todos creerán en Él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro Lugar santo y nuestra nación”. Uno de ellos, llamado Caifás, que era Sumo Sacerdote ese año, les dijo: “Ustedes no comprenden nada. ¿No les parece preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca la nación entera?” No dijo eso por sí mismo, sino que profetizó como Sumo Sacerdote que Jesús iba a morir por la nación, y no solamente por la nación, sino también para congregar en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos. A partir de ese día, resolvieron que debían matar a Jesús. Por eso Él no se mostraba más en público entre los judíos, sino que fue a una región próxima al desierto, a una ciudad llamada Efraím, y allí permaneció con sus discípulos. Como se acercaba la Pascua de los judíos, mucha gente de la región había subido a Jerusalén para purificarse. Buscaban a Jesús y se decían unos a otros en el Templo: “¿Qué les parece, vendrá a la fiesta o no?” Los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno conocía el lugar donde Él se encontraba, lo hiciera saber para detenerlo.
Meditación de Francisco Bravo Collado
No se mostraba más en público
Es como si Jesús me dijera: “En este Evangelio te invito a la paciencia. Porque no se trata solamente de llegar y entrar a Jerusalén entre palmas. Ni de esconderse cobardemente. No se trata de arrojarse en manos de los enemigos como un atarantado; acelerando el camino al calvario sin ningún contexto. Se trata de entrar en el momento correcto: el momento elegido por el Padre, que está grabado en el corazón. Por eso yo elijo la fiesta de la Pascua. El momento que celebramos el sacrificio del cordero para proteger la casa del pueblo de Dios. Tú también debes desarrollar la paciencia y utilizarla para profundizar el amor.”
No me había percatado de este periodo que Jesús pasó en el exilio. Y me sorprende la delicadeza simbólica que se deja entrever. Hay una decisión de Jesús de no entrar a Jerusalén y no ser aprehendido por sus enemigos hasta la pascua. Jesús se retiró para marcar deliberadamente un punto: no se trata del sacrificio. Se trata de un continuo con toda la historia de alianza. Necesariamente remite a la historia de Pascua y de la sangre del cordero que pusieron los judíos en el dintel de las puertas antes de huir de Egipto.
Amo tu liturgia, señor. Amo tu delicadeza. Eres mi Salvador y mi Dios. Eres mi Señor. Eres mi mejor amigo. Y también mi poeta favorito. ¡Qué manera de vivir tuviste, Jesús mío! ¡Qué claridad en tus decisiones! Enséñame a mí también a ser valiente y prudente al mismo tiempo, como Tú. Enséñame a tomar decisiones certeras. Decisiones que anclen con fuerza preclara el ritmo de los tiempos terrenos que vivimos con los ritmos eternos y profundos de la liturgia. AMÉN