Evangelio según Lucas 5, 1 – 11

Jueves de la semana vigesimosegunda del tiempo ordinario

 

En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y Él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret. Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes. Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: “Navega mar adentro, y echen las redes”. Simón le respondió: “Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si Tú lo dices, echaré las redes”. Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: “Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador”. El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: “No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres”. Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.

 

Meditación de Sebastián Castaño Fueyo

 

“Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si Tú lo dices, echaré las redes”

 

Jesús parece decirme: recuerda que mis tiempos y mis caminos no siempre serán los que tú esperas o los que creas que sean los mejores para ti. Pero no temas, ni te desanimes, Yo quiero tu felicidad verdadera y quiero que estés conmigo siempre. El dolor, los problemas, la incerteza serán parte de la vida y cuando te toquen, vívelos junto a Mí con esperanza, entregado a la vida. Así como Pedro dejó su barca para seguirme, así también espero que tomes tu cruz y me sigas.

 

Me impresiona el ejemplo de Pedro: siente el dolor de su pecado y reconoce su debilidad ante Jesús; luego recibe la misericordia de Jesús, y finalmente dejando atrás la pesca y su barca, sigue a Jesús para ser su instrumento. No debo olvidar mi fragilidad y que solo Cristo es quien me limpia y me salva. Si olvido mi pecado, no puedo reconocer la misericordia de Dios que me levanta y no acudo con humildad a su llamado. Me cuesta decir sí, cada vez que Cristo me llama a la aventura de seguirlo, a veces me quedo anclado en la orilla, sin actuar.

 

Querido Jesús, te hiciste instrumento de Dios y te entregaste por completo para mostrarnos el infinito amor de Dios por nosotros. Tú conoces mi corazón y sabes que me cuesta abandonarme para seguirte, así como lo hizo Pedro. Anhelo un corazón dócil y atento a tu voluntad, y la humildad y fuerza para seguirte sin cálculos. Te agradezco Señor el regalo de la vida, en especial mi familia, ayúdame a vivir entregado y con la esperanza del encuentro definitivo con Dios. AMÉN