Evangelio según San Marcos 6, 30-34
Domingo de la decimosexta semana del tiempo ordinario

Al regresar de su misión, los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: “Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco”. Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer. Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto. Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos. Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.

Meditación de Francisco Bravo Collado

“… porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer…”

Jesús me dice: “Cuando mis apóstoles volvieron, después de que los envié de dos en dos, estaban agotados. Habían hecho y enseñado mucho; y fueron recibidos por la gente de tal forma, que ya no tenían tiempo ni para comer. Ustedes creen que las grandes cargas de trabajo son prerrogativa de vuestros tiempos, del siglo XXI, ¡pero no es así! ¡El cansancio, la falta de tiempo y la actividad incesante son propios del apóstol de cualquier época! Es parte de la ‘descripción de cargo’. ¡Así quiero que trabajen! Así que basta de quejarse, y vayan a ponerle el hombro a la cruz que cada uno tenga.”

Me sorprende que en este Evangelio me impactara tanto esta frase, de que los apóstoles no tenían tiempo ni para comer. A primera vista, lo importante es que Jesús atiende a la multitud que está como oveja sin pastor. Pero me doy cuenta de que he pasado toda la semana refunfuñando porque tengo tanto qué hacer (el trabajo, la casa, el movimiento, los amigos, las reuniones, trámites pendientes, etc.), y he perdido la perspectiva de por qué lo hago. Todo esto que debo hacer, son cosas que yo mismo elegí: las quiero hacer, me siento llamado a hacerlas. No debería quejarme, sino que debería estar orgulloso y enfrentarlas con altura de miras, con alegría y con responsabilidad.

Gracias Jesús, porque en este Evangelio me invitas a trabajar sin descansar. Tú sabes que a veces me canso, y creo que merezco un tiempo para mí mismo. Pero entonces aparece esta ‘multitud’. Enséñame a ser como Tú y a no dar la espalda, sino que a entender que me has puesto como un regalo para los demás y que en mi trabajo, en mi vida familiar, en el apostolado o en cualquier cosa que haga, soy tu apóstol. Dame entusiasmo, alegría, disciplina y fidelidad. AMÉN