Evangelio según Lucas 6, 1 – 5

Sábado de la semana vigesimosegunda del tiempo ordinario

 

Un sábado, en que Jesús atravesaba unos sembrados, sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas entre las manos, las comían. Algunos fariseos les dijeron: “¿Por qué ustedes hacen lo que no está permitido en sábado?” Jesús les respondió: “¿Ni siquiera han leído lo que hizo David cuando él y sus compañeros tuvieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios y, tomando los panes de la ofrenda, que solo pueden comer los sacerdotes, comió él y dio de comer a sus compañeros?” Después les dijo: “El Hijo del hombre es dueño del sábado”.

 

Meditación de Gonzalo Manzano González

 

“El Hijo del hombre es dueño del sábado”

 

Jesús parece decirme: Tal como en la creación del mundo, mi Padre consagró el séptimo día para descansar, para que fuese nuestro día, Yo lo consagré también en mi Resurrección para definir ese día como el inicio del resto de los días, en que ya están abiertas las puertas del Cielo para ustedes. El día del Señor lo llaman ustedes. Ese día es mío, lo reclamo para Mí, como un día de celebración, de alegría y de encuentro. Soy Yo quien dice qué se puede hacer y qué no, pero incluso en este día, me mantengo firme en el respeto de la libertad que mi Padre les ha regalado. Son libres de compartir ese día conmigo, lo que me hace muy feliz.

 

El domingo es un día especial para mí. Más allá de que me haya tocado trabajar alguno de estos días en el pasado, trato de reservarlo para compartir con mis hijos y mi señora, con mis hermanos, mis papás, y es un día de mucha alegría y regocijo. Vamos a Misa temprano, y aunque a veces los niños se quejan, ellos también la disfrutan. Me gusta la idea de tener un día en que Dios nos invita a su casa a comer, tal como tantas veces lo hacen mis papás, o nosotros mismos invitándolos a ellos para compartir. Es un día de familia, de abrazos, de dar amor sin medida. Comparto el amor de Dios con ellos y ellos lo comparten conmigo.

 

Señor Jesús, te agradezco muchísimo por fijar este día tan especial. Te agradezco porque has pensado en todo, incluso en reservar un día para regalarnos alegría en su estado más puro, que nos llena el corazón y nos permite recargar nuestras baterías para iniciar la semana. Más allá de si es el primer día de la semana o el último, es un hito precioso en un continuo mientras estamos en esta tierra, que nos permite encontrarnos con quienes queremos y contigo, para alimentar nuestro espíritu con tu Cuerpo y tu Sangre. Por todo esto es que no me siento obligado a ir a Misa, sino que es más bien una necesidad imperiosa. ¡Gracias Señor! AMÉN