Evangelio según San Mateo 13, 18-23

Viernes de la decimosexta semana del tiempo ordinario

Santos Joaquín y Ana, padres de la Virgen María

 

Jesús dijo a sus discípulos:  Escuchen lo que significa la parábola del sembrador. Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino.  El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta enseguida con alegría, pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe.  El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto.  Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno.

 

Meditación de Alejandra Castelblanco Moreira

 

“(…) la Palabra del Reino”

 

Jesús Parece decirnos: El Padre siembra la Palabra del Reino. Ustedes, no solo pueden acoger esa semilla y hacerla crecer, a través de la oración, los sacramentos y acciones, sino también pueden hacer que esa semilla crezca en los demás. En la familia, en el trabajo con los colegas y las personas que trabajan contigo o con los amigos, en toda ocasión, la semilla puede crecer y tú puedes ayudar a que germine en los demás. ¿Con quién estás, estarás o has estado hoy? ¡Aprovecha la oportunidad!

 

En este sentido, creo que es muy necesario llenarse de recursos para ser creativos y motivadores para que los niños y jóvenes, acojan la palabra, pero fundamentalmente transparentar una coherencia de vida entre lo que se cree y se vive. El ejemplo convence, pero creo que también hay que proponerse crear situaciones de encuentro y cuidarlas: la mesa familiar, la oración comunitaria, los encuentros personales con cada uno, un regalito personalizado, un abrazo. Revisaré estos aspectos que puedo cultivar en mi rol de madre y de profesora principalmente.

 

Querido Señor: me diste el gran regalo de tener una familia: marido e hijos para que juntos formemos una familia. También me regalaste la vocación de ser profesora de Religión. Ayúdame a despertar en los demás, el amor al reino de Dios. El esfuerzo humano no basta para este gran propósito, por eso te pido, confianza, sabiduría, entrega y sobre todo que la oración sea el punto de unión familiar en torno al Santuario Hogar: fuente de gracias. Gracias por ponernos a María como nuestra educadora y protectora, por estar siempre presente. Te pido constancia y creatividad para realizar clases que motiven el cultivo de la fe. AMÉN